Caminaba en el pasillo del anden pensando en lo repleto que se encontraba a esa hora de la tarde el transporte subterráneo (como a las dos y media de la tarde, minutos más, minutos menos) y también pensaba en la desdichada travesía que me esperaba recorrer desde la segunda estación hasta casi el final de esa línea. Realmente me sentía sofocado y muy tenso, espere con la espera que tienen los que aún creen en la raza humana (¡malditos optimistas de mierda!) que el siguiente tren no estuviera vomitando personas. Curiosamente mi deseo se vio cumplido; el vagón se encontraba casi vacío y con un poco de suerte podría sentarme.
A estas alturas del partido, ya me importaba un soberano pepino que me vieran feo los demás pasajeros por no darle mi lugar a la ancianita en turno o a cualquier otra persona que se encuentre en la categoría de vulnerable. A recientes fechas me parecía que la gente se volvía un especie de juez que lo calificaba todo, la acción, la omisión y hasta el pensamiento. Justo dos días antes invite a sentarse en mi lugar a una chica que cargaba una enorme bolsa color café imitación Luis Vuiton y vestía un brilloso traje sastre con enormes tacones, se notaba cansada sobe sus delgadas piernas y triste tras sus grandes anteojos color verdoso como botellas de frasco antiguo. Nació en mi espalda, repentinamente, una enorme joroba que se inflaba cada vez más por las culpas y remordimientos pacientemente recogidos por varios años en la familia y en la escuela: "un caballerito siempre cede su lugar a las damas, he, cuidadito hacerte el loco, he " y para que dicha joroba ya no me empezara a quitar la respiración opte por sonreir a la chica (poco agraciada si es necesario dejar más en claro, y más bien tirando a feita) y decirle amablemente que tomara mi lugar. No hizo falta más nada para cubrir su desabrido rostro de cólera e ira dirigida hacia mi a través de sus ojos, solo atinó a decir indignad: "no gracias, no lo necesito, ya voy a bajar". Pero la cuestión no paro ahí. Los demás pasajeros a una sol voz y en espesa coreografía, mirábanme con reproche ¿porqué me atrevía, yo miserable humano, masculino singular, a hablarle a la decente chica trabajadora? De alguna manera que no logré - y no logro -resolver me había convertido en un acosador de metro. Dos estaciones adelante y mucha gente más, me permitieron ver a un viejo de unos 70 años que con las uñas pintadas de amarillo nicotina y largas como perro de taller mecánico, pellizcaba a la misma feita del asiento. Feita y Anciano no dijeron nada, Feita solo atinó a apretar las diluidas nalguitas y el anciano a clavar con más voracidad las uñas caninas ... y nadie dijo nada, ni vio feo, ni reprochó un carajo.
Ante esa experiencia, decidí no volver a dejar crecer la joroba y a la menor provocación de dicho furúnculo supercrecido de hacerme sentir mal, poncharlo de manera abrupta con el alfiler del sueño.
Si me hago el dormido y a veces lo logro de verdad.
Después de sentarme opte por utilizar la técnica antes descrita, me aplaste cual ancho soy en el asiento individual y cerré los ojos.
Empezó primero lejos y conforme pasaban los segundos que separan una estación de otra un sonido, que al principio no tenia mucha coherencia y que conforme pasaba el tiempo, se acercaba dándome pistas de que era, La primavera de las Cuatro estaciones de Vivaldi, no pude aguantar un pequeña sonrisa escondida tras la mano derecha que sostenía toda mi cara para no hacerme caer de bruces sí es que lograba vencerme de verdad el sueño. Un poco asombrado levante un poco la mirada, me pareció que el vagón había perdido mucha de la gente que había subido conmigo, el vendedor de discos se acercaba hacia donde estaba sentado y Vivaldi seguía deleitando con su primavera. Fue entonces que levante la cara y lo vi. Era un hombre muy alto de tez morena y ojos cerrados y huecos, con una gran mochila a la espalda ofreciendo su disco, se detuvo casi frente a mi donde se encontraba la última de las puertas de ese vagón, al parecer nadie compró su mercancía, dobló su bastón de ciego y se recargo en uno de los tubos verticales. Grito una última vez "Le vengo ofreciendo las grandes obras para la relajación, le contiene los exitos para relajarse".
Me pareció un poco obsceno el título "obras para relajarse", me sentí molesto; el ciego volteó hacia mi como si hubiera escuchado el sonido de mi enojo y gritó : ¿Te parece muy malo, te parece muy incorrecto? ¿tú no sabes lo que es tener comezón verdad? y se empezó a rascar las cuencas de los ojos cubiertas solo por la piel de los párpado con tal fuerza que se arrancaba a jirones las pestañas y parte de los pómulos; sus ojos, o donde deberían estarlo, eran ahora una masa de pestañas, párpados machacados y sangre. Dejó la salvedad de su esquina y dejando caer el bastón doblado se acercaba a mi con las manos estiradas y los dedos llenos de sangre, piel y mugre, con la intención de encontrar mis ojos y emular el drástico rasquido que el mismo se habia realizado mientras gritaba ¿te parece muy molesta mi comezón?
Fue cuando desperté, un ciego se encontraba entre mucha gente que abarrotaba el vagón y sonaba Vivaldi, me levanté como movido por un mecanismo de expulsión y saque diez pesos de manera automática de mis bolsillos, le pagué uno de sus discos, me agradeció y salí en cuanto tuve la oportunidad en la siguiente estación.
Ahora tengo un mal presentimiento, porque le he tomado mucha afición a Vivaldi, pero tengo una incesante comezón en el pecho, justo donde se encuentra el corazón. ¿será a caso que tenga que rascarme hasta arrancarlo?
viernes, 28 de noviembre de 2008
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2 comentarios:
Vale. Me gusta tu tono. Parece que lo estás contando directamente cara a cara.
El tema también se vale, de hecho es chistoso leerte e imaginar tu cara de molestia.
En cuanto a lo de la joroba, pus como que eres un poco paranoico mano, la neta. Me gusta leer que cuentas y tienes voz propia, pero creo que en lo de las miradas de todos viendote como pistolas como que exageraste un poco.
Bueno, un saludo y qué culero que nada más posteaste mi cuento chiquito, si los gandes son los mejores.
Uyyyy, esa imagen del ciego rascandose las cuencas de los ojos vacías mientras se arranca piel y pestañas es lo más freaky, me produjo miedo y asco... mi imagen favorita.
Un final muy bueno, como debe de ser. Quizá deberíamos arrancarnos el corazón al salir a la calle para dejar de ser acosados por la culpa y la lástima.
Me gusta tu blog! Y no sólo porque eres mi súper amigui xD
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